La autonomía es la capacidad que tiene una persona de autodirigir su vida, de tomar decisiones por sí misma e ir buscando su realización personal. Esta habilidad llega a su plenitud en la edad adulta, pero comienza a desarrollarse desde la infancia. En los niños se refleja en la capacidad de resolver pequeños problemas (ej. abrir un paquete o alcanzar un objeto que está en un mueble alto) tomar pequeñas decisiones (ej. a qué quieren jugar, de qué color les gusta su ropa) e ir adquiriendo independencia en actividades cotidianas como ir al baño, vestirse o comer solitos y tomar responsabilidades.
La importancia que tiene la autonomía es que le permite al niño tener conciencia de sus capacidades, sienten que aunque son pequeños aportan en su familia dándoles un sentido de valor personal, les da seguridad en sí mismos y les ayuda a construir su autoestima. Un niño autónomo es capaz de desenvolverse en su ambiente conocido con seguridad y confianza, tomando la iniciativa en situaciones de la vida diaria.
Muchas veces los padres sobre asisten a los niños, puede ser por comodidad, por el apuro del día a día, para que los niños no se equivoquen, no ensucien o simplemente por regalonearlos, pero pierden una tremenda oportunidad de aprendizaje para sus hijos. A pesar de que favorecer el desarrollo de la autonomía y la independencia requiere de tiempo y dedicación, la recompensa es grande tanto para el niño como para los padres, ya que en un mediano plazo éste no requerirá de tanta asistencia en las actividades cotidianas más básicas y en la vida adulta podrá desenvolverse de manera efectiva dentro de su entorno.
En general los padres tienden a subestimar las capacidades de sus hijos, pero si les dan la oportunidad de hacer una tarea, seguramente se sorprenderán.
Comparto algunas recomendaciones para favorecer el desarrollo de la autonomía de sus hijos:
- Entrégales la oportunidad de que experimenten, a pesar de que no lo haga perfecto, de que se equivoque o se ensucie, de manera que pueda practicar las diversas habilidades. Por ejemplo, para que un niño aprenda a comer, en un comienzo va a derramar y ensuciarse pero poco a poco perfecciona la habilidad de usar una cuchara para llevarse la comida a la boca.
- Permite que se equivoque: Debemos tomar el error como parte del aprendizaje, de esa manera el niño sabrá que puede volver a intentarlo.
- Dales la asistencia justa: Primero lo podemos incentivar con una frase o pregunta como “muéstrame como te lavas los dientes”, “Ya le pusimos la pasta ¿qué viene ahora?”, si no responde lo podemos guiar verbalmente o mostrarle como se hace “cepilla tus muelas como yo lo hago” y si no lo logra damos una asistencia física.
- Permite que resuelvan pequeños problemas: no anticipes todas sus necesidades ni resuelvas todo por él, por ejemplo espera que él te pida lo que necesita o solicite ayuda, ya que esa también es una manera de resolver los problemas. Incentívalo mediante preguntas como ¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo lo podemos solucionar? ¿Te parece hacerlo de esta manera o de esta otra?
- Incentívalo a ser independiente en actividades cotidianas como la vestimenta, alimentación, control de esfínter e higiene de forma progresiva según su edad y características personales.
- Refuerza positivamente sus pequeños y grandes logros. Ej. “Veo que cada vez te lavas mejor los dientes”.
- Entrégale algunas responsabilidades o tarea de colaboración dentro del hogar que puedan hacer según su edad. Esto aunque uno piense que no es necesario o que uno lo puede hacer, es importante para el niño como un aprendizaje de la responsabilidad y les da una sensación de logro. Desde pequeños pueden realizar tareas simples como: Ordenar sus juguetes, llevar su plato a la cocina, poner la ropa sucia en el canasto, botar papeles en la basura, poner servilletas en la mesa, buscar los calcetines iguales, regar una planta, darle comida a una mascota, limpiar el suelo o mesa cuando ensucian con comida.
Carolina Castro Blanco
Terapeuta Ocupacional Infanto Juvenil
Universidad de Chile
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